domingo, 25 de noviembre de 2012

La violencia ritualizada...

Bueno, ya estoy de vuelta. Se me han terminado las vacaciones de Noviembre, que me han tenido bien ocupado pasándomelo bien. ¿Me habéis echado de menos? Al tema: El pasado 19 de Noviembre fue el Día Internacional de la Prevención del Abuso contra los Niños, así que es buena ocasión para rescatar este poema que escribí hace ya algún tiempo.

Imagen: procede de la película danesa de 1993 "Kådisbellan", dirigida por Åke Sandgren.




COSTUMBRE

Lo primero siempre es una bofetada,
un estallido feroz en la mejilla
que precede a la sentencia acostumbrada,
que no por habitual es menos temida.

Le acompañas hasta tu cuarto en silencio
mientras recita las frases consabidas:
el “ya sabes que no me gusta hacer esto”
y el “me duele más que a ti”, todo mentiras.

Te ordena que te bajes los pantalones
y te dice que te inclines en la silla.
Uno a uno empiezan a caer los golpes.
La madera silba y ¡zas! tu carne vibra.

Aprietas ojos y puños intentando
resistir estoicamente la paliza,
pero sabes bien que es un esfuerzo vano
porque él nunca se detiene hasta que gritas,

hasta que todo tu frágil cuerpo es llanto
y toda tu resistencia está vencida,
tus ojos arden de lágrimas y espanto,
como arde también tu piel enrojecida.

Finalmente se aparta: ha terminado.
Escuchas la agitación con que respira.
Te levantas y te vistes muy despacio
mientras tiemblas de dolor, vergüenza e ira.

Entonces te dice: “mírame a la cara”
pero tú no quieres levantar la vista,
y solamente tras otra bofetada
la levantas y la bajas enseguida.

Se burla de que no aguantes su mirada,
postula que es tu “conciencia arrepentida”
la que te hace tener la cabeza baja
y “espera” que "la lección esté aprendida".

Que se invente lo que dé gusto a su ego.
La verdad es más crüel y más sencilla:
no soportas ver su rostro satisfecho
en el que apenas se oculta una sonrisa.

domingo, 4 de noviembre de 2012

No es sólo una estadística...

Cuando oímos o leemos las aberrantes cifras de paro en nuestro triste país, ¿nos acordamos de que se refieren a personas? Nuestros gobernantes desde luego parece que no, ya que el paro sigue sin ser una prioridad para ellos, por más que digan. Las medidas que se toman van encaminadas a corregir el déficit público y aliviar la situación de los bancos. El desempleo y el drama social que conlleva son, por lo visto, algo secundario.

Imagen: Carlos Becerra




LAS HORAS

Es otoño...
Es otoño...
Es sólo otoño en España
y otoño en este hemisferio,
pero ya hace más de un año
que tú vives en invierno,
y que la calefacción
es solamente un recuerdo.
Y el sol nunca te calienta
porque tu frío es interno,
y lo sientes en el alma,
y lo sientes en los huesos,
y te parece que habitas
entre paredes de hielo,
y son frías tus sonrisas
y hasta son fríos tus besos.

¿Y qué haces?...
¿Y qué haces?...
Levantarte en la mañana,
llevar al niño a la escuela,
y luego buscar la forma
de que las horas se muevan,
y a lo mejor ir de compras
al Día o al Alimerka
con una calculadora
funcionando en tu cabeza,
pasando de largo cosas
que antes iban a la cesta,
y después volver a casa
y encontrar a tu pareja
con los ojos lacerados
de tantas noches en vela.

Se marchita...
Se marchita...
Vuestra vida se marchita.
No hay color en vuestro cielo,
no tienen olor las flores
ni sabor los alimentos.
Primero uno, luego el otro,
se perdieron los dos sueldos.
Pasasteis a ser cenizas
arrastradas por el viento,
a vivir como proscritos
condenados al destierro.
Y van pasando los días,
y van muriendo los sueños,
y la luz de la esperanza
brilla cada vez más lejos.

Y las cartas...
Y las cartas...
con tu currículum vitae
que no sabes por qué mandas,
sólo muy de cuando en cuando
te encuentras con que te llaman
para cortas entrevistas
donde preguntan chorradas,
o dinámicas de grupo
donde tipos con corbata
prácticamente se ríen
de los que optan a la plaza.
Y en la Oficina de Empleo
colas cada vez más largas
cuando vas cada tres meses
a renovar la demanda.

Y el silencio...
Y el silencio...
que se extiende por el piso
como si fuera una plaga,
y estar los dos en la mesa
sin decir una palabra,
y chocarte con sus ojos,
y encontrar en su mirada
el reflejo de tu propia
soledad acompañada.
Y la ponzoñosa tele
que silenciosa te mata,
y apagarla y encenderla,
y encenderla y apagarla,
y que los teledïarios
se claven en tu garganta.

Y las dudas...
Y las dudas...
porque ya sólo te quedan
cuatro meses de subsidio
y no atisbas la salida,
y no ves ningún camino,
en todas las direcciones
hay horizontes perdidos.
Y pasear por la calle
de la mano de tu hijo
y que te pida un juguete
y negarlo con un grito,
o mirar sus ojos grandes
y concederle el capricho
con la sensación atroz
de cometer un delito.

Y el orgullo...
Y el orgullo...
que se ahoga en la impotencia,
la dignidad es un cuento
cuando ves a la miseria
en el fondo del espejo.
Y visitar a tu madre
y que ella te dé dinero
y aceptarlo con la rabia
corroyéndote por dentro.
Y tener crisis de llanto.
Y no saber cuánto tiempo
podréis pagar la hipoteca
mientras van disminuyendo
lo ahorros que guardabais
tras ilusiones y esfuerzos.

Y la angustia...
Y la angustia...
Esa opresión en el pecho
que ya siempre te acompaña.
Y racionar el champú.
Y racionar hasta el agua.
Y contemplar cómo sigue
la vida tras la ventana.
Y acostarse por la noche
y dar vueltas en la cama.
Y no saber qué pensar,
y no querer pensar nada
porque pensar es peor,
porque es pensar en mañana.
Y las horas, y las horas,
más y más horas, que pasan...